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El lenguaje de mi Corazón.

  • 21 mar 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 mar 2024

Crecí en una familia de músicos. Un papá rockanrollero que se dedicó muchos años a producir música y una mamá folklorista y musicoterapeuta, que fue maestra de música para niños durante más de 25 años. Naturalmente, mis hermanos y yo adoptamos la música como forma de conexión y expresión. Así crecimos. En mi caso específico, bailar fue lo mío desde el principio. Tengo un claro recuerdo de cuando era chiquita y me asomé por primera vez a una clase de baile. Nunca voy a olvidar esa sensación en mi corazón. Escuchar la música, ver a las niñas bailar la coreografía frente al espejo. Sentí un impulso en mi pecho casi abrumador de necesitar entrar ahí, mover el cuerpo al ritmo de esos pasos. ¡Quiero bailar! me gritó mi Alma. Seguí ese llamado, me metí a las típicas clases de baile a las que toda niña de mi edad y contexto solía tomar a esa edad y con el tiempo fui descubriendo en mí una bailarina nata que salía a relucir en todo tipo de contextos.

Yo era la alumna que montaba los bailes de los eventos deportivos y sociales en la escuela. En mis clases de Jazz y Hip Hop era “de las buenas” que ponían siempre en medio y hasta adelante para hacer lucir la coreografía. He sido también la amiga que pone los bailes de pareja para las bodas de sus amigos y familiares.

Yo y el baile prácticamente fuimos una misma.


Unos años después, al terminar la prepa, decidí dedicarme un tiempo a bailar profesionalmente. Mi “año sabático” se convirtió en 2 años de “performear” en varios de los escenarios más famosos del continente. Irme de gira, salir en TV y conocer distintos países y culturas mientras hacía lo que amaba y me pagaban por ello. ¡Qué buena vida!


No he vuelto a experimentar una emoción tal como la de bailar en un escenario frente a miles de personas, sentir esa energía, mover la mía con mi cuerpo y con la música a todo volumen. ¡Magia Pura!


Pero un tiempo después decidí que “ya era hora de ponerme seria” y hacer las cosas “importantes” en la vida. Me metí a estudiar, trabajar y a seguir los pasos que la cultura, la sociedad y una educación tradicional nos enseña que debemos hacer. Y con cada paso que construía esa vida, fui alejándome más y más del baile. Y de mí.

Así viví unos 8 años. Dedicada a hacer una carrera, ganar dinero, convertirme en adulta hasta que me encontré en esta crisis existencial de la que ya he hablado antes ( y que puedes leer en otras entradas de este Blog).


Y en medio de todo ese caos personal me di cuenta que extrañaba mucho bailar. No tenía idea que justo ahí me esperaba el camino de vuelta a mi felicidad:

Pero no fue tan sencillo al principio, mi mente me jugó chueco varias veces. Diciéndome cosas como:


“Ya estás grande. Tu cuerpo ya no te va a dar para bailar”


“Está muy caro y lejos ir a tomar clase”


“Ya fuiste bailarina, esa etapa ya terminó”


“Qué oso! Ya estás super tronca. No vas a bailar tan bien como antes”


Pero para ese momento, llevaba ya un rato haciendo mucho trabajo personal y replanteándome tantas cosas en mi vida que me atreví a cuestionar todas esas creencias y me di cuenta de algo muy simple y muy poderoso:


Lo único que necesito para bailar es mi cuerpo y música.


Todo lo demás eran condicionamientos, historias y pretextos.

Así que me puse cómoda, agarré mi bocina, salí al garage de la casa y me puse a bailar. Sin coreografía, sin maestro, sin público, sin escenario y sin otro objetivo más que estar ahí, bailando, conmigo.

Fue como si mi alma me dijera : ¡¿Dónde habías estado todo este tiempo?!


Ese día, ese baile, me motivó a repetirlo otro día más,

y eso me motivó a grabarlo y compartirlo con mi gente cercana,

y eso me motivó a expresar otras partes que quería mostrar de mí,

y eso me motivó a hacer videos de baile con mis reflexiones personales

y eso me motivó a crear Step In

y eso me motivó a hacer más de lo que amo

y eso me motivó a mudarme al campo, a replantear mi relación de pareja, a vivir una vida distinta, a dedicarme a mis pasiones. A ser de nuevo YO.


Bailar ha sido mucho más que una pasión para mi.

Ha sido mi liberación y mi refugio. Mi expresión, mi camino de vuelta a mí.

Es mi manera de sanar y de hacerle honor a esa chiquita que, asomada por la ventana del salón de baile, descubrió el lenguaje de su corazón.



 
 
 

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